lunes, 4 de noviembre de 2013

LA EDUCACIÓN DESDE EL AMOR

Desde que estamos en el vientre materno, somos seres capaces de percibir nuestro entorno y de vincularnos con el medio que nos rodea.  Al nacer, somos capaces de reconocer el calor, el olor, la voz de nuestra madre, quien nos ha llevado en su vientre por meses para poder formarnos.  No todos los embarazos son iguales y tampoco transcurren bajo las mismas circunstancias, pues cada uno llega a este mundo de manera frágil y vulnerable.
Hoy, les quiero hablar desde mi experiencia laboral, no desde lo que necesariamente he aprendido teóricamente, sino que desde lo que observo día a día en este colegio.  Lo que veo, son niños, niñas y jóvenes, que pertenecen a diversos universos socio económicos, con distintas capacidades de aprendizaje, que habitualmente tienen una sonrisa en sus labios y esperan con ansias la visita de las “tías psicopedagogas” que les ayudan a hacer más llevadera su vida escolar, que los alientan a seguir adelante y que por sobre todo creen en sus capacidades.  De alguna manera, la gran mayoría de ellos se sienten especiales, únicos, pues saben que existen personas que siguen de cerca sus pasos…como psicopedagogas, no podemos evitar siempre sus caídas, creo que lo más valioso es enseñarles a levantarse, y quiero enfatizar en esto ¡no levantarlos!, sino que enseñarles a levantarse, desde la autoayuda y siempre desde el amor incondicional.  En este contexto, nos encontramos con quienes son más abiertos a recibir esta ayuda, mientras que otros tienden a tener un proceso más lento o simplemente la inmadurez social o cognitiva que presentan, retrasa esta internalización de ayudas especiales, dentro de su propio mundo.  A veces, se sienten muy dañados, y tienden a adquirir la “indefensión aprendida”, donde se defienden del mundo, pues consideran que no encajan dentro de este, midiéndose solamente desde parámetros intelectuales, olvidando la belleza que cada ser humano lleva consigo. 
En términos vivenciales, todos los estudiantes quieren aprender, sólo que algunos lo demuestran y otros no.  Una vez que prueban la sensación del éxito, basado en el esfuerzo y sienten que realmente han aprendido, se produce en ellos reacciones biológicas, cerebrales, donde se liberan hormonas que les dan la sensación de bienestar, por lo tanto ellos buscan recibir nuevamente esa sensación, manifestando mayor interés por la vida escolar.  Y es ahí, donde debemos prestar atención, la familia indudablemente tiene un rol fundamental, pues en este caso, el amor que le puedo entregar a mi hijo o hija, provee herramientas para la vida, como:  autoconfianza, autocuidado, autoestima.  Esto provee herramientas cognitivas, que permitirán acentuar habilidades para la resiliencia, asegurando que puedan sobreponerse a situaciones adversas y eso trasciende al éxito escolar.

Familias, valoren a sus hijos desde sus capacidades, desde el amor incondicional.  Busquen ayuda si se sienten desorientados en su labor parental, no caigan en ofensas si su hijo o hija debe repetir el curso en el que está, más bien pregúntense ¿qué faltó para que mi hijo o hija desarrollara eficientemente sus capacidades? ¿qué sobró para que mi hijo o hija desarrollara eficientemente sus capacidades?.  Crean en ellos, y jamás dejen de apoyarlos.  Con cariño.

Isabel Cancino Riffo
Coordinadora Psicopedagogía