LA EDUCACIÓN DESDE EL
AMOR
Desde que estamos en el vientre
materno, somos seres capaces de percibir nuestro entorno y de vincularnos con
el medio que nos rodea. Al nacer, somos
capaces de reconocer el calor, el olor, la voz de nuestra madre, quien nos ha
llevado en su vientre por meses para poder formarnos. No todos los embarazos son iguales y tampoco
transcurren bajo las mismas circunstancias, pues cada uno llega a este mundo de
manera frágil y vulnerable.
Hoy, les quiero hablar desde mi experiencia
laboral, no desde lo que necesariamente he aprendido teóricamente, sino que
desde lo que observo día a día en este colegio.
Lo que veo, son niños, niñas y jóvenes, que pertenecen a diversos universos
socio económicos, con distintas capacidades de aprendizaje, que habitualmente
tienen una sonrisa en sus labios y esperan con ansias la visita de las “tías
psicopedagogas” que les ayudan a hacer más llevadera su vida escolar, que los
alientan a seguir adelante y que por sobre todo creen en sus capacidades. De alguna manera, la gran mayoría de ellos se
sienten especiales, únicos, pues saben que existen personas que siguen de cerca
sus pasos…como psicopedagogas, no podemos evitar siempre sus caídas, creo que
lo más valioso es enseñarles a levantarse, y quiero enfatizar en esto ¡no
levantarlos!, sino que enseñarles a levantarse, desde la autoayuda y siempre
desde el amor incondicional. En este
contexto, nos encontramos con quienes son más abiertos a recibir esta ayuda,
mientras que otros tienden a tener un proceso más lento o simplemente la
inmadurez social o cognitiva que presentan, retrasa esta internalización de
ayudas especiales, dentro de su propio mundo.
A veces, se sienten muy dañados, y tienden a adquirir la “indefensión
aprendida”, donde se defienden del mundo, pues consideran que no encajan dentro
de este, midiéndose solamente desde parámetros intelectuales, olvidando la
belleza que cada ser humano lleva consigo.
En términos vivenciales, todos los estudiantes quieren aprender,
sólo que algunos lo demuestran y otros no.
Una vez que prueban la sensación del éxito, basado en el esfuerzo y
sienten que realmente han aprendido,
se produce en ellos reacciones biológicas, cerebrales, donde se liberan
hormonas que les dan la sensación de bienestar, por lo tanto ellos buscan
recibir nuevamente esa sensación, manifestando mayor interés por la vida
escolar. Y es ahí, donde debemos prestar
atención, la familia indudablemente tiene un rol fundamental, pues en este
caso, el amor que le puedo entregar a mi hijo o hija, provee herramientas para
la vida, como: autoconfianza,
autocuidado, autoestima. Esto provee
herramientas cognitivas, que permitirán acentuar habilidades para la
resiliencia, asegurando que puedan sobreponerse a situaciones adversas y eso
trasciende al éxito escolar.
Familias, valoren a sus hijos
desde sus capacidades, desde el amor incondicional. Busquen ayuda si se sienten desorientados en
su labor parental, no caigan en ofensas si su hijo o hija debe repetir el curso
en el que está, más bien pregúntense ¿qué faltó para que mi hijo o hija
desarrollara eficientemente sus capacidades? ¿qué sobró para que mi hijo o hija
desarrollara eficientemente sus capacidades?.
Crean en ellos, y jamás dejen de apoyarlos. Con cariño.
Isabel Cancino Riffo
Coordinadora Psicopedagogía
Isabel Cancino Riffo
Coordinadora Psicopedagogía